Texto y fotos de Clovis Díaz de Oropeza F.
(Dossier de ULTIMA HORA, La Paz, miércoles 20 de diciembre de 1995).- Después de visitar la “Cueva del Che”, en la profundidad de El Churo, uno tiene la oportunidad de ascender al lado derecho de este empinado cerro cubierto de árboles de algarrobo y de enormes peñascos. La terrible cuesta parece no tener fin y sin embargo, a los 20 minutos, desaparece el monte comido por una árida planicie.
El visitante se sorprende por tan brusco cambio y mucho más cuando descubre una casita sostenida en lo alto por una docena de fuertes troncos secos que vencen la ley de la gravedad.
El curioso palafito, tiene una inclinación increíble y supera un abierto ángulo agudo respecto al terreno. El ángulo recto ha sido descalificado. Impera la diagonal.
No hay lógica que explique cómo, la casa levantada sobre troncos, torcidos exageradamente hacia adelante, no se estrella contra la horizontal del piso. La construcción hecha de cañahueca, barro, paja ytroncos, está a tres metros del suelo y tiene de gradas, un tronco en cuya corteza se abrieron pequeñas ranuras para descansar el pie mientras se sube.
Al lado de esta increíble morada, están otras dos casas que emergen apenas metro y medio del suelo. Tienen sus paredes hechas de enormes piedras planas, techo de paja y palos de algarrobo. El aire se cuela por las grietas pero está negado el ingreso de luz. Son oscuras como boca de lobo. Una de las pequeñas habitaciones hace de cocina. La otra, separada por medio metro, es el dormitorio,
¿Quién es la dueña? Virgilia Cabrita, la enanita mencionada por el Che en su Diario de campaña.
Hasta la vivienda de esta criatura, que soporta su diminuto tamaño, llegamos el domingo 3 de diciembre de 1995,guiados por el diestro José Benavides, su antiguo compañero de Escuela y por john Lee Anderson , el periodista que desempolvara a los generales de Ñacahuazú.
Ella es de regia personalidad. Tiene dos hijos bien crecidos. La madre de Cabrita, arrastrando los pies y casi muda, la acompaña en aquella soledad.
Virgilia Cabrita, tiene 35 años y ha hecho de su vivienda, una trinchera contra los usurpadores de tierra. Lleva sombrero desteñido en la cabeza. Sus ojos están más cerca de la cavidad craneana que de la superficie. Por eso mira desde adentro, con sus pícaros ojos negros.
Ha envejecido. Su boca dibuja un rictus semejante a una sonrisa sin ser sonrisa.
Viste camisa A rayas y casi arrastra una vieja pollera. Sus brazos son vigorosos y sus manos fuertes pues, la mayor parte debe hacer el trabajo de los hombres. No se distinguen sus pies bajo la pollera y este detalle disminuye más su estatura.
Cuando vio al Che por primera y última vez, tenía siete años y estudiaba en la Escuela de la Higuera. El guía José Benavides dijo que era la mejor alumna.
Entre el 6 y 7 de octubre de 1967, los guerrilleros y el Che, que subían en sentido contrario a la corriente de La aguada de El churo, fueron avistados por el padre de Cabrita, que tenía su casa cien metros arriba de la mortal Quebrada.
El padre de Virgilia –cuenta ella– temeroso, envió a su hija hacia otra morada, vecina a Las Juntas y cerca al campamento guerrillero. En esa casucha, estaban su madre y la “vieja” que recibió 50 bolivianos de Aniceto y Pablito que, por ignorancia y miedo, habló.
A manera de propia observación, quizá, el camino que tomara Inti Peredo, más arriba de la actual casa de Cabrita, habría permitido eludir el cerco tendido por el Ejército, en los dos brazos de la Quebrada de El Churo.
“La Vieja” que describe el Che el 7 de octubre, fue uno de los delatores del paso de la guerrilla. El otro y más importante fue un campesino que por la noche, regaba su plantación de papa, donde estacionó el Che y en cuyas enormes tres piedras que salen como descomunales agujas de la tierra, se parapetó y defendió el día 8, hasta que su arma quedó inutilizada.
Cabrita mencionó a un posible Peña, el campesino que apagara su mechero al escuchar el avance del Che y detectar el precario campamento instalado en el bajío: callejón sin salida de El Churo.
Los recuerdos de Virgilia Cabrita, están grabados en sus profundos ojos. Sus recuerdos, la han estacionado en el pasado del que, tal vez, no quiere salir. Asomándose desde su casa, a la parte que da a El Churo, se persigna. Su mundo abarca el palafito, el patio árido de su casa y la importancia que le dio haber conocido al Che. No precisa más para olvidar su miseria en la que el pan, es un lujo.
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NOTA DE REDACCION.- En marzo 2020, vuelvo a difundir esta nota histórica, en www. puertosbolivia.com/wordpress después de 25 años transcurridos de mi visita a la Casa de Virgilia Cabrita. Ella se comunicó conmigo telefónicamente hace 24 años y luego de la “Búsqueda y Hallazgo del Che”, nunca más supe de este espléndido personaje que ni moros ni cristianos, después de la Búsqueda y Hallazgo del Che, ayudaron a que tenga un mejor nivel de vida (clovisdiazf@gmail.com).