Por Clovis Díaz de Oropeza F.
Llama la atención que, pese a la existencia de instituciones creadas para la defensa de los pueblos indígenas, el conocimiento histórico y cultural de las etnias que forman la Nación Chiriguana, continúe casi desconocido en nuestro país. Podríamos llamarlas “etnias invisibles” por el silencio del mismo Estado, sobre ellas. Posiblemente, exista material e información sobre los descendientes guaraníes y tal vez ese material no sea de importancia para quienes sostienen que los “originarios verdaderos son aymaras y quechuas”. Tampoco conocemos material fotográfico moderno, que ilustre sobre estas etnias.
BIBLIOGRAFÍA
La bibliografía de las etnias del oriente boliviano es mínima y de ella, algunos libros reflejan la difícil sobrevivencia de las tribus selváticas desde el Siglo XVI a nuestros días: “Nación Chiriguana Grandeza y Ocaso” del padre franciscano Lorenzo G. Calzavarini (Editorial Los Amigos del Libro, 1980); “Los Andes Orientales: Historia de un Olvido” de Thierry Saines (Instituto Francés de Estudios Andinos IFEA, Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, CERES, Cochabamba, 1985); “Historia de Moxos” de José Chávez Suárez (Editorial Don Bosco, La Paz, 1986); “Tribus Selvícolas y Misiones Franciscanas en Bolivia, de Walter Hermosa Virreira (Editorial Los Amigos del Libro, 1986); “Caciques y Hechiceros Huellas en la Historia de Mojos”, de Jorge Cortés Rodríguez (Editorial Plural – Editorial Universidad de la Cordillera, 2005)¸ “Las Misiones Jesuíticas de Moxos y Chiquitos” de Mariano Baptista Gumucio (Editorial Lewylibros, 2008).
Estas obras denuncian el aislamiento obligado de las tribus orientales y del Chaco, en provecho de quienes ayer y hoy, se apoderan del territorio y riquezas naturales de las etnias que vivían libres antes de la Colonización española. Veamos algunas citas de tan esclarecedores obras.
“Las tierras salvajes, dejada su tradicional resistencia activa al mundo civilizado, yacen humilladas bajo el peso de la desigual lucha. La Chiriguanía seguirá presente en la configuración boliviana, ya no por la “altivez” de su raza, sino por las generalidades del suelo, valorizado ahora lo mismo por el petróleo que por el ganado, y no por los valores de una sociedad que había sabido construirse y mantenerse como alternativa a la nuestra. El silencio cubre la Cordillera y el Chaco en todo aquello que los había históricamente especificado” (“Nación Chiriguana Grandeza y Ocaso” del padre franciscano Lorenzo G. Calzavarini).
“ESCLAVITUD DISIMULADA”
“Para iniciar esta relación de hechos sucedidos, apuntamos que, en el corazón de nuestras grandes selvas de la Provincia Caupolicán del Departamento de La Paz, Chapare, de Cochabamba y en los departamentos del Beni, Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, aún hoy en día, habitan grandes núcleos de población selvícola, los que están sometidos desde hace muchos años a una esclavitud disimulada, ejerciéndose todos los métodos destinados a hacer desaparecer hasta en sus menores vestigios el concepto de la cualidad humana por la cual han luchado y luchan todos los pueblos del mundo: Libertad…”(“Tribus Selvícolas y Misiones Franciscanas en Bolivia”, de Walter Hermosa Virreira).
EL HECHICERO EN LA SOCIEDAD MOXEÑA
En “Caciques y Hechiceros Huellas en la Historia de Mojos”, el autor del excelente estudio, Jorge Cortés Rodríguez, refiriéndose a la resistencia moxeña contra las avanzadas colonialistas, afirma respecto a los Tiarauquis: “Es una mentalidad orientada a la conservación de sus contenidos culturales y religiosos originarios más allá de la influencia de la Conquista…” (…)”La historia de estos hechiceros es marginal, subsumida en lo profundo del escenario reduccional, deliberadamente escondida, pero, quizá por ello mismo, vigorosa y alerta a las necesidades de su pueblo, capaz de interpretar el orden estatal y los acuerdos políticos, especialmente en momentos de infortunio”.
El Ministerio de Culturas, del Estado Plurinacional, tiene la palabra autorizada para romper el silencio y hacernos saber su visión respecto a las actuales etnias guaraníes.
DESAMPARO DE LAS ETNIAS GUARANÍES
Apenas promulgada la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, febrero de 2009, Wilson Changaray entonces presidente de la Asamblea del Pueblo Guaraní, comentó: “Los originarios de nuestro pueblo guaraní, conjuntamente con todos los pueblos indígenas del país, haremos prevalecer la nueva Constitución Política del Estado, porque en ella, están incluidas todas nuestras propuestas que han sido aprobadas». La Constitución, , reconoce los derechos de las Naciones y Pueblos Indígenas.
Población
Según el Plan Interministerial de Emergencia Para el Pueblo Guaraní (autor Bernabé Paredes Barja), la provincia Cordillera, departamento de Santa Cruz, “alberga 112 comunidades, con una población total de 35 mil guaraníes. En Chuquisaca, las provincias Luís Calvo y Hernando Siles cuentan con una población de 15 mil 227, repartida en 87 comunidades. En las provincias O’Connor y Gran Chaco, departamento de Tarija, son 47 comunidades y una población de 795 familias”. El Plan de Emergencia Guaraní (PEG), añade: “La población indígena en la región del Chaco boliviano asciende a 79 mil 829 habitantes de los cuales 77 mil 126 son guaraníes; 2 mil 525 son weenhayek y 178 son tapieté”.
Gran Chaco
EL DRAMA GUARANÍ
Pintado de sepias oscuros, verdes apagados, grises ceniza y ocres tirados al naranja, el Chaco boliviano resiste estoicamente los fulminantes rayos del sol, que descienden sin misericordia sobre flora, fauna y comunidades guaraníes. Sólo los ríos, entre ellos el Parapetí y el caudaloso Pilcomayo, se mueven libremente por tan majestuosa región del territorio boliviano.
Infinidad de aves, de mamíferos y también de ofidios como la peligrosísima víbora cascabel, sobreviven en los secos y calientes parajes. El ser humano no es una excepción: busca la sombra de los chañares, algarrobos y quebrachos, sin apartarse jamás, de las corrientes que traen en sus aguas, la vida.
La familia guaraní, construye su morada al pie de la arboleda, en una superficie de tierra ocre-naranja, casi siempre plana, libre de hierbas y vecina a las cristalinas aguas de ríos y contados manantiales. Su vivienda tradicional es trabajada con abundante madera, palmas y barro empleado en a fabricación de una especie de paredes delgadas, habitat preferido de la vinchuca, cuya picadura inyecta el mal de Chagas.
Mitología guaraní
En el gran escenario descrito, están presentes los dioses que lograron salvarse del caos mítico producido por una neblina, punto y principio de los tiempos, conocida como la Tatachina. Por los intricados y delgados senderos, abiertos en una verdadera selva de espinosas carahuatas, camina silencioso Ñamandú o Ñanderovusú que viene a ser Nuestro Gran Padre quien a su vez, creó a otras deidades. Ñanderu py’aguasu, el Padre de las palabras; Karai, dios del fuego y del calor solar: Yakairá, el más celebre entre ellos; dueño del humo, de la niebla, aliado de los chamanes. Por último, Tupa, dios de la lluvia, del trueno, de los rayos y del agua.
Ñamandú y Ñanderu Mba’ekuá, crearon a la mujer en una vasija de barro que luego se llamará Ñandesy, es decir, Nuestra Madre. Ñandesy, tuvo relaciones con ambos y procreó dos hijos: Ñanderyke’i y Tyvra.
Junto a esta genealogía de dioses guaraníes, sobresalen otras deidades como Tumé Arandú, el profeta y Yapeusá, el mentiroso. También flotan por las tierras calientes del Chaco, los siete monstruos: Teyú Yaguá, dios de las cavernas y de las frutas; Mboi Tu’i, espíritu de las aguas; Moñai, dios de las tierras abiertas; Yasy Yateré, dios de la siesta; Kurupi, dios de la fertillidad; Ao Ao, dios de los montes y Luisón, dios de la muerte.
Los dioses chaqueños
En el Chaco tarijeño, asentaron sus reales Aña, el espíritu; Tumpa, dios del bien y Koquena, protector de los animales. Koquena, permite la caza controlada. Cuando los guaraníes abusan en sus cacerías, Koquena se presenta en las noches en forma de kururu (sapo), con su espalda llena de luciérnagas; otras como chivo, toro, huaso (venado), etc. A propósito, los chaqueños cuentan que un cazador “vicioso” cazaba todo lo que podía matar con su arma de fuego, fue castigado por la deidad protectora de los animales. Engendró en su esposa un niño que tenía los pies parecidos a las pesuñas de venado. El niño murió a los pocos días, pero el cazador, nunca más disparó su arma, recordando el castigo de Koquena.
Hitos históricos
Episodios del Siglo XIX, testimonian la organización y valentía de los pueblos guaraníes. El 28 de enero de 1892, la renombrada batalla de Kuyuruki de dramáticos efectos para esta etnia, es considerado como un hito histórico. La Guerra del Chaco en la década de los años treinta, Siglo XX, tocan dramáticamente las puertas de los pueblos guaraníes.
Paternalismo colonial
En nuestros días, el Chaco boliviano, es otro campo de batalla en el que, el conservadurismo, está empecinado en mantener inalterables la vida y el pensamiento de esta etnia. A título de defender el habitat, la vida y las tradiciones guaraníes, en el fondo paternalismo colonial algunas organizaciones ejercen una especie de esclavismo ideológico condicionando mentalmente a los indígenas, contra cualquier proyecto que busque desarrollo.
Este es el drama de las comunidades guaraníes pues, no pueden avanzar aceleradamente, por la pesada carga de políticas interesadas en mantener el statu quo.
Sinsabores
Las comunidades guaraníes carecían de caminos vecinales, de comunicaciones; de asistencia sanitaria; de educación; de vivienda y agua potable. El traslado de un lado a otro del Chaco, era a pie, a caballo, por sendas y caminos tortuosos de herradura. Si un comunario enfermaba, tenía pocas posibilidades de salvar la vida; debía viajar a lomo de bestia, hasta un camino troncal que condujera a la ciudad y luego esperar con la gracia de Dios, que pasara un vehículo.
Programas de la FAO en el sistema de radiocomunicaciones, hicieron por ejemplo. que el Chaco tarijeño conociera lo que sucedía en la vecindad y el resto del país. Sin lugar a dudas, éste es uno de los adelantos que inició el despertar de los guaraníes en la búsqueda de nuevos perfiles de vida.