CEMENTERIO CLANDESTINO

Por Clovis Díaz de Oropeza F.
Cansado del largo encierro que nos impone la pandemia Covid19, salí a dar una vuelta, enmascarado con el infaltable barbijo y una cantimplora de agua potable colgada a mi cintura.
Caminé siempre en dirección Norte. Me esperaba en una de las laderas de la ciudad de La Paz, la interminable “escalera del infierno” por la que ascienden y bajan multitudes , habitantes de los barrios regentados por la despiadada pobreza.
A los 15 minutos, subiendo grada tras grada, reparé a mi derecha en un cementerio clandestino, con tumbas del mismo color ocre de la tierra y algunas cruces quebradas que intentaban cumplir infructuosamente su misión de acercar a esos yacentes al cielo.
Di unos pasos y, en el hueco de lo que me pareció tumba, estaba casi enterrado, valga el término, un pequeño folleto de cubierta roja y algunas páginas dobladas en las esquinas.
Saqué a la vida el libro y voló el polvo dejando a descubierto el nombre del autor: Hugo Assman, sacerdote católico, nacido en Brasil , Doctor en Teología y Sociología. Luego, el título de la obra en blanco sobre fondo rojo: “Teoponte”.
Las hojas dobladas, contenían nombres y fotos de la incursión a Teoponte. Tres me llamaron la atención por sus nombres: OMAR, Jorge Ruíz Paz, DAVID, Mario Suárez Moreno y JESÚS, Edison Cegada Jurado. Tres últimos sobrevivientes de Teoponte.
Recordé que el año 2001, Omar publicó en su tierra natal, Tarija “Los Chapacos”, serie de cuentos de gran humor y de excelente redacción. Poco después murió al parecer, lejos de su amada Tarija.
David. También habría publicado una obra crítica sobre Teoponte y se dice que murió en un país europeo, alejado de su querencia, Beni.
Y finalmente, Jesús, falleció en septiembre 2022, en su pago, Tarija, después de recorrer miles de kilómetros entre Bolivia y Argentina, trasladando mercadería de un mercado a otro. Fueron los últimos tres guerrilleros de Teoponte cuyas muertes cierran definitivamente una parte de la moderna Historia de Bolivia.
Volviendo al folleto sobre Teoponte, habría sido depositado, calculo yo, recientemente y aún no me explico la razón de quién lo llevó a esas alturas del minúsculo cementerio.
Después de hojear el folleto de referencia, lo deposité en la misma tumba pues consideraba que alguien tenía sus razones para haberlo dejado allí.
Con una diminuta cuchilla que siempre llevo en mis paseos, escarbé la tierra dura y lo enterré completamente para que descanse en paz y no sea llevado por el fuerte viento de las alturas o perezca en la basura.
Bajé hasta la zona Norte de La Paz y tomé un taxi en dirección Sur, admirando interiormente mi encuentro con un pasado ya remoto iniciado en la década de los años 70 del Siglo Veinte, un pasado que se fue junto con los tres últimos sobrevivientes: Omar, David y Jesús.